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Nido vacío: la tristeza, el apego y el amor que todo lo puede



1. Lo que yo sentí cuando se fueron

La película de la vida de mi hijo mayor me pasaba por la mente el día que se fue a vivir para estudiar y volverse chilango a la Ciudad de México. Era un día normal de trabajo pero en mis ojos se proyectaba la película de su vida, de nuestra vida juntos. Las lágrimas eran el lubricante necesario para pasar de una escena a otra. Ese bebé enorme que parecía ya platicar en el cunero, por el que me aprendí los nombres de todos los tipos de dinosaurios y las pirámides de Egipto, un día tomó sus cosas y se fue. Pero yo tenía que estar feliz. Había logrado mi mayor propósito: prepararlo para la vida. Que se fuera a una prestigiosa universidad era razón suficiente para secarme las lágrimas y continuar mi día. Al fin sabía que en la casa me esperaba mi hijo menor, y a él le faltaban algunos años para emprender el vuelo, sin mí. Esos años, cuando solo éramos los dos en el día a día, valoraba cada momento que podía estar con él, sabía que se iba a ir y no me lo quería perder. Mi chamba de Godín me dejaba libres únicamente los ratos al final de cada jornada y los fines de semana. Pero sí fuimos él y yo la familia de dos que disfrutó la casita que acababa de comprar. Cuando finalmente se fue, yo estaba en el pico de mi ansiedad. Que se fuera me quitaba el nerviosismo de estar bien para él, pero llenó de mucha tristeza la vasija llena de agua donde yo cargaba mis síntomas de la menopausia. De repente estaba sola en la casa, con el trabajo de porquería que tenía. Fueron unos meses difíciles, los peores de mi ansiedad. La gatita que me regalaron para que no me sintiera sola era muy huraña, no jugaba conmigo. Pensé en adoptar un compañero para ella pero no quería convertirme en la señora de los gatos, jajá. 


2. El mayor proyecto de mi vida: ser mamá

Desde que mis hijos nacieron yo adopté todos los dichos que decían las mamás. Todos. Suena supercursi pero ellos se convirtieron en la luz de mis ojos. Eran mi razón para levantarme temprano contenta, para trabajar porque valía la pena llegar a abrazarlos al final del día y ser mejor persona para ellos. Mi proyecto más importante fue ser una buena mamá y para ello tomé cuanto curso se me atravesó y asistí a cuanta junta fui convocada. Hay muchas cosas que tal vez ahora haría diferente, pero si hay algo que tuve claro es que quería educar a unos hijos que vieran esta vida como la oportunidad de ser felices. Tengo una libreta donde anoté cómo deseaba que ellos fueran, cuáles eran las características que yo quería que tuvieran estos seres humanos maravillosos. Creo que ese fue un gran acierto: darme cuenta de que debía ofrecerles herramientas para que pudieran enfrentar el mundo y disfrutar la vida. Esas notas fueron mi guía para enfocarme en qué era lo realmente importante que deseaba para ellos. Ahora creo que en esa libreta debí haber anotado también lo que quería para mí, para mi matrimonio y para mi futuro económico. Eso no lo hice entonces. En cambio, ahora sí escribo para mí, para tener una guía personal. 


3. La comunicación nos mantiene cerca Hace años, cuando mi hijo mayor recién entró a la escuelita, la guía Montessori me recomendó que le nombrara todo lo que veíamos para que aprendiera palabras y empezara a hablar. Funcionó tan bien que no solo aprendió a hablar muy chiquito con un gran vocabulario, sino que ha sido la palabra lo que nos ha mantenido siempre cerca. Me cuenta todo y de todo. A veces soy su coach y a veces él es el mío. Con mi hijo menor la comunicación no es tan frecuente. Cada hijo es especial y eso es lo asombroso del amor de mamá: los amas igual. Con él la comunicación es diferente. No contesta inmediatamente como su hermano, a veces ni siquiera contesta. Claro que yo quisiera que me llamara más frecuentemente, pero ha sido un trabajo personal darme cuenta de que no es como yo quiera. Lo importante es que él está bien y sabe que estoy a un ring, un clic o un chat de distancia. Últimamente, cuando deseo que conteste mis mensajes y no lo hace, en lugar de pensar mil cosas y preocuparme o hacer mi drama, mejor agradezco. Cierro los ojos y agradezco que él esté en este mundo, que sea como es y que yo sea su mamá. Eso me cambia el chip y me siento cerquita de él. Y así de repente me llega un audio de varios minutos en el que me cuenta cómo estuvo su día. La comunicación como a él le funciona. Está bien. 


4. Nuestro refugio

Los dos ya se habían ido, ya vivían en la CDMX cuando llegó la pandemia. Y esta los regresó a casa un rato. Volvimos a estar juntos y eso estuvo genial. Me sentía feliz de convivir con ellos y con mis nueras. Yo seguía trabajando presencialmente, y fue cuando tuve el cuadro de ansiedad, pero a pesar de eso los disfruté. Esa casa nueva en la que logramos vivir juntos los tres y por momentos los cinco, la puse en renta cuando ellos regresaron a la capital y yo me fui a Guadalajara. Ya pasaron tres años de eso. Y hace poco volví. Está casi vacía, la inquilina se fue y tengo que arreglarla para volverla a rentar. Ahí sigue el mueble que hizo mi abuelo y que usamos de repisa para la tele, las tablas que pusimos para sembrar y que sirvieron como escalera para que se escapara la gatita, a la cual ya nunca encontramos. Ahí sigue también el Oxxo y la panadería en la que les compraba sus chocolatines y donas para celebrar algo especial. Ahí sigue el parque igual de lindo con sus plantas de lavanda y romero. Ahí sigue esa casa con su hipoteca a medio pagar y que deseaba que fuera el lugar donde estuvieran guardadas sus cajas de recuerdos y adonde pudieran llegar a pasar sus vacaciones. Ese lugar que nos cobijó en los meses más duros de la pandemia y al cual le tenemos un especial cariño. Me pone triste tener que volver a rentar mi casa, pues según mis planes sería el lugar seguro al cual podrían llegar siempre. Pero ahora sé que el apego que le tengo a esa casa es algo que puedo trabajar y superar. 


5. Yo también tuve que crecer

Aunque llevaba un año viviendo en Guadalajara, yo había viajado varias veces a la CDMX para asistir a todos los eventos especiales de mis hijos. Un día, el menor, al que no le lloré cuando se fue porque mi cuadro de ansiedad rebasaba cualquier otro sentimiento, me fue a visitar a Guadalajara. Tomé unos días libres y la pasamos genial. Me contó sus proyectos y disfruté muchísimo su compañía. El último día lo llevé al camión y me despedí. Algo se rompió por dentro. La mamá que se subió al coche se fue llorando, y llorando se la pasó toda la semana. Cuando tocó el día de hacer el súper, la encontré parada en la sección de ropa de niños abrazada a una piyama de hombre-araña, llorando como Magdalena. Su hijo menor iba al súper con ella siempre disfrazado de algún superhéroe y ella quería regresar el tiempo. Para volver a su centro buscó en Google: psicólogos guadalajara. Ellos manejan un paquete de seis sesiones. Me citaron cada ocho días. El reto: hacerme cargo de mí y trabajar en mi autoestima, en quererme, estar conmigo y disfrutar estar sola. Se trataba y se trata aún de buscar esa “autodependencia” de la que habla Jorge Bucay. No depender de nadie más que de mí misma para ser feliz. Dicen que a las mujeres se nos junta la menopausia con el nido vacío y que si además hicimos del papel de mamá el proyecto de nuestra vida nos la vemos muy difícil. Y pues sí: eso me pasó. Todas las etapas de mi vida han tenido sus retos. Ya no me hago cargo de nadie, solo de mí. Puedo valorar y disfrutar el camino recorrido; descubrir que en esta nueva etapa tengo delante una página en blanco. Una que no voy a llenar con “tienes que” de nadie, ni reglas, ni dogmas. Esta nueva etapa es de estar presente y de comprender que la vida se disfruta aquí y ahora. 


De mis dos hijos, soy la mamá que estuvo en sus primeras palabras, sus primeros pasos, sus primeras salidas, sus primeras obras, sus primeros discursos, sus primeras graduaciones. He aprendido a estar en segundo plano en sus primeros trabajos, en sus retos y sus búsquedas diarias. Tratamos de organizarnos para disfrutar juntos las vacaciones, los eventos importantes y los cumpleaños. Estaré ahí para recibir a mis nietos, cuando estos lleguen, sin ninguna prisa por cierto. 


6. Lo que dejarlos ir me enseñó

“Los hijos son prestados”, me dijo alguien cuando nacieron. Ya sé que no son míos. También sé que justo lo que yo quería era que les crecieran alas. Creo que se vale sentir dolor y recordar con nostalgia todas las épocas. Abrazarte y darte cuenta de que has hecho lo mejor que has podido. Que ellos están bien y van a estarlo siempre. Confiar en que contribuiste para que desarrollen su potencial solitos. Y que así como ahora tú estás sola a cargo de ti, ellos estarán a cargo de ellos mismos, y es ahí donde puedes seguir siendo un ejemplo.


Cuando se fueron mis hijos, les dije que yo era su portaaviones y que podían regresar a cargar combustible cada vez que lo necesitaran. Así me imagino que vuelan alto, lejos, y que pueden volver a una plataforma segura siempre que lo requieran. Ahora tengo otro deseo más. Quiero ser una mamá vitamina, como lo define la psiquiatra Marian Rojas Estapé: alguien que los ama muchísimo, que representa ese sitio seguro y que les da confianza. Que sientan que su mamá es esa persona a la que pueden acudir en cualquier momento, con la que pueden platicar de cualquier tema, y que es la persona que se alegra por todo lo bueno que les pasa. 


La película de la mamá que soy no se acabó con su partida. Ya no soy su guía, pero puedo ser su coach, su portaaviones, su mamá vitamina. 


Puedo verlos surcar los cielos y disfrutar feliz su vuelo.


Posdata. Yo también te escucho. Por favor, deja tu comentario debajo y dialoguemos. Las palabras nos definen, sanan y acercan.


Fotografía: ©2024 Susette Seoane

6 תגובות


Alejandra Alanís
Alejandra Alanís
06 באוק׳

Me encanta cómo escribes! Admirable recorrido por la maternidad y los "arranques de curita" que implica el soltar lo que tanto amamos, porque los amamos. Me encanta leer el camino que haz caminado y adivinar entre palabras que se va gestando una mujer moderna, libre, sabia, segura de sí misma y que no deja de amar a sus hijos. Las mujeres con nido vacío no estamos solas, y tus palabras lo reiteran porque podemos sentir esa sororidad y conexión. Pero hace falta expresarnos y tú lo haces dándonos un regalo, y un mensaje de "Sí se puede". Gracias! Sigue escribiendo!

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lamujerxsoyyo
lamujerxsoyyo
07 באוק׳
בתשובה לפוסט של

Gracias Ale por leer y compartir que se trata de conectar y escucharnos. No estamos solas como dices y podemos compartir las herramientas que nos ayudan a crecer. Un abrazo, X.

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Isabel Moro Ochoa
Isabel Moro Ochoa
06 באוק׳

Tu relato me parecioo muy lindo muy emotivo , claro que me hiciste llorar, es muy duro cuando los hijos vuelan .

Sabemos que asi es como dices los hijos son prestados. Pero es muy difícil adaptarse a vivir sin ellos.😢

Y ahora afortunadamente tenemos la facilidad de comunicarnos

Te felicito eres una excelente Madre y persona.

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lamujerxsoyyo
lamujerxsoyyo
20 באוק׳
בתשובה לפוסט של

Gracias Clau por tu hermoso mensaje. Es increíble encontrarnos aquí donde podemos compartir: sentimientos, sensaciones, dudas, algo de nostalgia pero también esperanza y ganas de seguir disfrutando y aprendiendo. Gracias de nuevo por acompañarnos ahora y siempre. Abrazo X.

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